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Declaración de Mons. Lefebvre del 21 de noviembre de 1974

Fieles a la Roma eterna, guardianes de la Tradición

Esta declaración afirma la fidelidad a la Roma católica tradicional, rechazando las reformas neo-modernistas y destructoras de la Iglesia del „Concilio‟ Vaticano II.

Declaración

Nos adherimos de todo corazón, con toda nuestra alma a la Roma católica, guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias para el mantenimiento de esta fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad.

Nos negamos por el contrario y siempre nos hemos negado a seguir la Roma de tendencia neo-modernista y neo-protestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y después del concilio en todas las reformas que de él salieron.

Todas estas reformas, en efecto, han contribuido y contribuyen aún a la demolición de la Iglesia, a la ruina del Sacerdocio, al aniquilamiento del Sacrificio y de los Sacramentos, a la desaparición de la vida religiosa, a una enseñanza naturalista y teilhardiana en las Universidades, los Seminarios, la catequesis, enseñanza salida del liberalismo y del protestantismo condenados muchas veces por el magisterio solemne de la Iglesia.

Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada en la jerarquía, puede obligarnos a abandonar o disminuir nuestra fe católica claramente expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos.

Pero aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo, si posible fuese, os predique un evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea anatema.

Gál. 1, 8.

¿No es esto lo que nos repite el Santo Padre hoy? Y si cierta contradicción se manifestara en sus palabras y sus actos así como en los actos de los dicasterios, entonces elegimos lo que siempre ha sido enseñado y hacemos oídos sordos a las novedades destructoras de la Iglesia.

No se puede modificar profundamente la «lex orandi» sin modificar la «lex credendi». A misa nueva corresponde catecismo nuevo, sacerdocio nuevo, seminarios nuevos, universidades nuevas, Iglesia carismática, pentecostal, todas cosas opuestas a la ortodoxia y al magisterio de siempre.

Esta Reforma salida del liberalismo, del modernismo, está enteramente envenenada; sale de la herejía y lleva a la herejía, aunque no todos sus actos sean formalmente heréticos. Es por tanto imposible para todo católico consciente y fiel adoptar esta Reforma y someterse a ella de cualquier manera que sea.

La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación, es el rechazo categórico de aceptación de la Reforma.

Por eso sin ninguna rebelión, ninguna amargura, ningún resentimiento proseguimos nuestra obra de formación sacerdotal bajo la estrella del magisterio de siempre, persuadidos de que no podemos rendir un servicio más grande a la Santa Iglesia Católica, al Soberano Pontífice y a las generaciones futuras.

Por eso nos atenemos firmemente a todo lo que ha sido creído y practicado en la fe, las costumbres, el culto, la enseñanza del catecismo, la formación del sacerdote, la institución de la Iglesia, por la Iglesia de siempre y codificado en los libros aparecidos antes de la influencia modernista del concilio esperando que la verdadera luz de la Tradición disipe las tinieblas que oscurecen el cielo de la Roma eterna.

Haciendo esto, con la gracia de Dios, el socorro de la Virgen María, de san José, de san Pío X, estamos convencidos de permanecer fieles a la Iglesia Católica y Romana, a todos los sucesores de Pedro, y de ser los «fideles dispensatores mysteriorum Domini Nostri Jesu Christi in Spiritu Sancto».

Bibliografía